

Tres hits impetuosos sobresalen en el segundo disco largo de Rodrigo Cuevas: “Romería”, un torbellino de samples y ritmos de la más diversa procedencia; “Como ye?!”, un desvergonzado intento de componer la perfecta canción del verano asturiano; y “Casares”, una jota tradicional que, en manos de Cuevas y empujada por unas bases electrónicas hipervitaminadas, suena especialmente arrebatada. Pero, aunque los otros siete temas van más relajados de revoluciones, en absoluto son material de relleno. La voz de Rodrigo emociona tanto a capella (“BYPA”) como cuando se abriga entre un imponente manto de sintetizadores (“Matinada (resaca)”); deslumbra entre ecos andinos en “Allá arribita” o en la asturianísima “Valse”. Incluso cuando recita (“Dime, ramo verde”, un testimonio crudísimo contra el bullying y la homofobia) o le da por rapear (“Más animal”) continúa sonando creíble y excitante.
Si bien todos estos temas lucen estupendamente por separado, cuando se escucha en conjunto, el “Manual de Romería” se eleva a un nivel superior. Gracias a la producción de Eduardo Cabra (también conocido como Visitante, del dúo puertorriqueño Calle 13), el complejísimo collage conceptual resulta brillante y coherente, y ninguna de las incontables partículas de sonido y significado que lo integran parece floja o fuera de lugar. Porque Cuevas coloca músicas tradicionales en un mismo plano que techno o trap, y pone al mismo nivel instrumentos analógicos con todo tipo de cacharrada digital. Que sobre el papel estos pueden parecer elementos antagónicos pero, igual que sucede en las orquestas del día de la fiesta mayor, en “Manual de romería” no importa si lo que suena es puro o correcto: lo único que cuenta es que todo el mundo, jóvenes y viejos, guapos y feos, todos se junten para divertirse.
Del mismo modo, en este LP el de Vegarriondas conecta lo que sucedía cuando nuestros abuelos se iban al baile con lo que se vive a día de hoy en festivales de prau, en las discotecas portátiles o en las raves clandestinas; al fin y al cabo, las alegrías y las penas de aquellos tiempos no eran tan distintas de las actuales, como se adivina en esos cuatro interludios con grabaciones de campo (nunca mejor dicho) de las voces de Josefa Diebra Faúndez, Edelio González Fernández, Nieves Rodríguez Cañón o Mariluz Cristóbal Caunedo.
Las letras del “Manual…”, escritas a medias entre Rodrigo y Guille Galván de Vetusta Morla, saltan entre el bable y el castellano con la misma tranquilidad con que lo hacen entre temas habituales de la canción folklórica (la contemplación del paisaje, los días de mercado, los amores y desamores, la actividad agropecuaria) y la reivindicación LGBTQ, el elogio a la diversidad, la alarma ecologista o el clamor contra la intolerancia.
En fin, en este álbum se acumulan capas y capas de significado que se van desvelando en cada nueva escucha. En cualquier caso, aunque esta grabación sea un trabajo sobresaliente, todo ha cobrado pleno sentido cuando se ha interpretado en directo. El pasado 12 de abril terminó la gira Romería, un espectáculo superlativo que a lo largo de año y medio hizo ciento y pico paradas (si no me falla la memoria, al menos tres de ellas en Cantabria). En ellas Rodrigo Cuevas ha despuntado como un artista con una presencia escénica portentosa, capaz de invocar en torno a sí unas fiestas colectivas que han sido puras celebraciones de la alegría y la libertad, del hedonismo y del erotismo, en el sentido más amplio de cada término. Si llegaste a verlo, seguro que en tu cabeza todavía resuena todo aquello.
“Manual de Romería” quedó en el puesto 24 entre los discos favoritos de 2023 para la audiencia de Noche de Rock. Gracias a este álbum, Cuevas se situó una vez más varios pasos por delante del pelotón del neofolk. Aún así, supongo que haya quien no entienda qué pinta por aquí algo tan poco rockero. El caso es que Rodrigo Cuevas es un artista único, que destaca como vocalista, como compositor, como explorador y experimentador, y como animal de escenario. Pero sobre todo, es un tío dotado de la gracia de contagiar las ganas de celebrar la vida junto a la gente que te rodea. Eso es algo que muy pocos tienen, y eso está muy por encima de estilos y de prejuicios.
Texto: Carlos Caneda