

De larga duración deben de ser las baterías que mueven a Lagartija Nick. 18 años de carrera -su primer LP, “Hipnosis”, se publicó en 1991- son suficientes para agotar a cualquier banda. A esto hay que sumar que el cambio de milenio fue una época especialmente difícil para el grupo: ninguneados por las discográficas, olvidados por una parte del público que prefirió atender a propuestas más digestivas, y al borde del colapso creativo tras años de experimentación radical, estuvieron a punto de encontrarse en fuera de juego. Así que sorprende gratamente el nuevo protagonismo que han alcanzado: el año pasado compaginaron los conciertos de presentación de “El Shock de Leia” (2007) con sendas giras para recordar discos tan dispares como “Inercia” (1992) y “Omega” (1996). A Antonio Arias, líder del grupo, le vimos aparecer en “Vida y muerte de un cantante”, el documental de Julien Temple sobre Joe Strummer. Eva Amaral colaboró con ellos, en busca de un prestigio artístico que no parece que vaya a conseguir con sus trabajos comerciales. Incluso hace un mes se ha publicado un comic en el que varios autores traducen al lenguaje de las viñetas algunas de sus canciones más afamadas. Ningún grupo de rock de su generación continúa en activo con el respeto que se les rinde en la actualidad. Saben que nunca llegarán a audiencias masivas, pero desde luego que su altar como grupo de culto y como ejemplo de integridad le tienen ganado por méritos propios.
En medio de todo esto nos llegan los once cortes de este “Larga duración”, un título que puede sonar irónico si tenemos en cuenta que el disco apenas llega a los treinta minutos. Continúa la estela del anterior “El shock de Leia” en su búsqueda de una síntesis de los logros de su carrera a través de un sonido más claro y unas estructuras relativamente sencillas, quizá cercanas al pop (no olvidemos que el batería Erik Jiménez también milita en Los Planetas, o que a algunos miembros del grupo han hecho cameos en vídeos de Lori Meyers). Pero no por ello su música deja de resultar perturbadora, con esas guitarras limpias espoleadas por el bajo hipersaturado de Lorena Enjuto. Su poesía alucinada vuelve a brillar en textos ilustrados con poderosas imágenes, pesadillas de ciencia ficción surgidas del delirio paranoide de la sociedad de la información.
Si bien en una primera escucha puede parecer que las composiciones no están tan logradas como en otras ocasiones, tras sucesivas pasadas esta sensación se ve sustituida por la opinión de que nos han brindado uno de los momentos más brillantes de su trayectoria (otro más, y ya van unos cuantos), otro trabajo complejo, con infinitas facetas que se van manifestando en cada nueva escucha.
Cuentan que, comprobada la dificultad de rentabilizar económicamente la inversión en una producción cara, la intención de los granadinos era grabar disco “barato”, que el paso por el estudio fuera sólo una excusa para poder llevar ese material al directo. De hecho, el molesto crepitar del cd mal tostado en “De par en par” parece un guiño al que se haya descargado el archivo de internet. Con esto, podríamos pensar que estamos ante otro disco-pretexto, como los de los dinosaurios que se permiten publicar trabajos descaradamente mediocres como excusa para poder echarse a hacer caja sobre los escenarios. Pero Lagartija Nick conservan intacta su capacidad creativa. Ahora el grupo juega en su propia liga. No sufren la presión de tener que agradar a las compañías ni a un público que no sea el suyo. Sólo tiene que rendir cuentas ante su propia trayectoria. Y una vez más, el veredicto es favorable. Podemos estar contentos: han creado otro gran disco, a la altura de lo que podemos exigir a alguien con un estatus como el suyo
Comentario por Carlos Caneda