

Parece ser, a tenor de las polémicas que pueden leerse en diversos medios sobre el último trabajo de Steven Wilson y compañía, que su principal punto de interés se encuentra en averiguar si es un disco de rock progresivo o no. Hace tiempo que el grupo británico ya no juega a eso de los géneros y es de suponer que esta discusión se la traerá al pairo, pero en cualquier caso es innegable la influencia en este último trabajo de sus idolatrados Pink Floyd, especialmente si escuchamos los primeros acordes de la extraordinaria “Time flies” y los comparamos a continuación con la mítica “Dogs” del álbum “Animals” de Pink Floyd.
Este “The Incident” es rock progresivo, no hay duda. Pero no en el sentido tradicional del término, sino más bien en el sentido más amplio del mismo: es música compleja, alejada del formato tradicional y sin embargo nunca deja de reconocerse como música popular contemporánea; bebe de muchas influencias y sin perder de vista el rock aparecen pinceladas de metal, música industrial, new age, space rock, electrónica, pop, noise rock, etc. Su formato es inédito hasta ahora en el grupo y más propio de los clásicos grupos de rock sinfónico de los 70: una sola canción de 55 minutos dividida en 14 partes. Eso sí, nos regalan un EP con 4 temas más “convencionales” cuyo cierre, “Remember me lover” de 7 minutos y medio, es una auténtica delicia.
El contundente comienzo del disco con “Occam´s razor” es toda una declaración de principios: tres poderosos guitarrazos con distorsión en el tono más grave que puede entregar el instrumento, que quedan suspendidos dando paso a un ambiente más tranquilo de guitarra acústica primero, de ruidos psicofónicos más tarde, y que desemboca salvajemente en la explosiva “The blind house”. Y así se suceden los 14 temas del “Incident”, alternando las influencias de Wilson (que van desde Messugah hasta los Beach Boys pasando por Marillion, Trent Reznor, Radiohead, los Beatles o Tortoise) y dejando espacio para que cada uno de los miembros de la banda encuentre su sitio.
Afortunadamente hay dos cosas que permanecen constantes en este disco respecto a los inmediatamente anteriores: Gavin Harrison sigue siendo, probablemente, el mejor batería de rock del planeta Tierra. Y Steven Wilson uno de los mejores productores: la mezcla del disco es perfecta, el sonido general es enorme, parece tener a los músicos tocando en tus narices, el equilibrio entre todos los instrumentos es el adecuado en todo momento (predominando siempre las guitarras y la batería) y la producción está llena de detalles, tanto que es imposible apreciar la grandeza de este disco en una primera escucha. Una auténtica pieza de orfebrería musical, una obra maestra de la música contemporánea, probablemente el mejor disco de la banda hasta la fecha, que ya es decir.
Comentario por Shesmovedon