

Como no todo son macrofestivales o macrofestejos, también teníamos ganas de pasarnos por este festival de pueblo, pero que lanza consigo un mensaje para nada ombliguista o cerrado o anticuado, que además juntó a bastante gente de muchas zonas de la región… y la música también estuvo muy bien. Se trata de la cuarta edición del Aldea Fest en San Vítores, cerca de la campurriana Mataporquera, y en el caso de esta crónica solo podemos hablar del sábado, que es el día que fuimos básicamente.
Llegamos justo a tiempo para ver cómo acababa de tocar el rabelista César Higuera (¿o debería decir ravelista? Porque los tenía a todos super animados). En lo que se preparaba la siguiente actuación sobre el escenario de pacas de paja, que en realidad es un remolque de tractor ingeniosamente decorado, aprovechamos para ver lo que había de puestecillos en el festi y un poco alrededor. Había puestos de artesanía hecha con nudos bastante bonita, otro con bisutería más fina, uno de monigotes cuquis de estos que se hacen con ganchillo y otro de camisetas de corte combativo también bastante chulas. Lógicamente también había una barra con muchas bebidas y comida, una carpa con sillas y mesas y un stand de firmas que ya explico luego. En lo alto estaba la iglesia, con su pancarta de “Polígonos eólicos no” en el campanario (luego explico más) y allá que subimos para ver un poco las piedrecitas y observar el atardecer enrojecido desde lo alto. Recordemos que esa jornada los incendios estaban acechando Cantabria por el suroeste y de hecho nos cayeron varios copitos de ceniza en las bebidas y por el pelo.


El caso es que desde esa privilegiado posición vimos parte de la actuación de El lado caliente, grupo de músicos super jóvenes que ya habían participado en la edición anterior del festival. Nos ofrecieron sus variadas versiones de clásicos del rock y alguna sorpresa muy especial, como la versión del “Knocking on heaven’s door” pero con letra en castellano y sobre la temática antieólica. Nos gustaron bastante y sobre todo nos sorprendió la elección de instrumentos al incluir (con mucho gusto, por cierto) un clarinete que a ratos tocaba el teclista. Voy a destacar también al bajista que tenía una manera de tocar muy sólida, aunque sus compañeros no se quedaban muy atrás, excusando la lógica gran cantidad de nervios que debían llevar encima. A ver si el grupo prospera y les podemos ver más allá de Campoo en otra ocasión.

Lo siguiente en suceder fue la lectura de un manifiesto, pero no en plan chapa histórica mal leída, no, en este caso el chico que se encargó de explicarnos la movida de los molinos de viento, lo hizo bastante ameno y sin perder ni un ápice del carácter reivindicativo. El caso es que desde hace cerca de dos décadas vienen luchando contra la implantación de un sistema de extracción de energías “verde” en cuanto al marketing, pero que en el fondo no se para a cuidar del entorno rural donde se quiere implantar, más bien parece que lo quiere destruir. Nos comentaba como gracias a tanta lucha habían conseguido parar muchas instalaciones de campos eólicos, pero que actualmente sí que se está llevando a cabo el del Escudo, con el grave impacto que tendrá para el ecosistema si no se evita. Esta lucha asociativa dio lugar a un festival de música, lo cual es una idea estupenda: juntas peña entorno a una cosa tan universal y chula como la música, creando comunidad y convivencia y consigues difundir el mensaje de urgencia a la par que recaudas fondos y firmas (para eso era el stand que mencionaba antes).
La siguiente actuación fue la de los grungeros The Haze. Yo todavía no les había visto en condiciones, solo una vez muy de pasada, y era un grupo que me estaban recomendando mucho, así que había ganas. También son muy jóvenes (quizás no tanto como los anteriores) y por eso sorprende que estén tan metidos en un género que o les pilló en pañales o sin haber nacido siquiera, y que lo borden tanto además. Cuentan con mucha calidad individual cada uno de los miembros del grupo, y voy a destacar al cantante porque muchos de los temas que hace son muy complicados y se debe pegar un curro considerable para prepararlos. Uno de esos temas por ejemplo fue la cover de Audioslave “Like a Stone”, entregada con una energía que cualquiera diría que había bajado el mismísimo Chris Cornell en forma de ceniza por ejemplo a darse un cante esta noche. Sus temas propios también suenan muy bien, como el “My Oddysey” que estrenaron hace poco este año. Ellos se lo pasaron muy bien, no paraban de dar brincos sobre el precario remolque e incluso fuera de él entre la chavalada que estaba entregadísima al concierto, algunos de ellos músicos que tocaban esa noche, otros pues los chavales del pueblo y otros como nosotros que habíamos venido de tan lejos a disfrutar de la música.




Para bajar un poco revoluciones después de aquello, tocaba el turno de Tangerine Flavour, una agrupación country pero que mezclaba otros estilos también bailables más de proximidad por decirlo así. Digo esto porque aparte de canciones en inglés sobre las praderas de Tennessee, también metieron alguna baladuca en castellano que mi limitada visión hevilocentrista me impide identificar. Por ello os remito al video que saqué de uno de esos temas. Me resultó muy simpático que tirase tanto él (en esta ocasión solo habían venido guitarrista y cantante, pero son más) del mítico “all right!”, y sus referencias a las andanzas del grupo por USA también eran muy entrañables. Visto que había mucho retraso en el horario porque se habían alargado algunos cambios entre actuaciones, decidieron acortar un poco su setlist para esta noche.

Así que a no mucho tardar ya teníamos a los Tripping up thoughts sobre el escenario, o “los trepos”, como también les gusta ser llamados. Es una agrupación para no variar también muy joven que practica un rock difícil de definir por la riqueza de variantes que meten en sus temas. En esta ocasión a la formación habitual se agregaba una teclista que subió para algunos temas solo. Tienen mucho desparpajo sobre el escenario y se lo pasaron genial, transmitiendo esa sensación al público desde el primer acorde. Y además se nota que llevan más trayectoria porque están muy compenetrados como músicos, creando un sonido bien definido y claro para que sus composiciones brillasen con luz propia. Añadieron a lo rustico del decorado unos detalles más primitivos como una calavera en el pie de micro y unos paneles pintados con monigotes prehistóricos detrás del batería. Y es que su sonido en ocasiones era muy prehistórico por decirlo de algún modo…y definitivamente setentero en otras muchas ocasiones, lo cual claramente computa como prehistoria. Me gustó mucho su propuesta y el ambiente que crearon con su variedad sonora, destaco las partes más calmadas en las que el batería tiraba de pads percutidos con las baquetas e incluso con las manos a modo congas.
Como esta crónica ha sido posible gracias al inestimable trabajo en equipo, me veo obligado a crear un nuevo tipo de puntuación para calificar (y por tanto juzgar despiadadamente con un frío número; no, es broma) esta jornada del Aldea Fest 2025: le doy 2025 matemayitos.






Texto, vídeo y fotos de El Lado Caliente y Tangerine Flavour: Mateo
Vídeo y Fotografías de The Haze y Trippin Up Thoughts: Maya C. Cañestro