No es secreto que somos muy fans de la serie B y la ciencia ficción de los años cincuenta / sesenta, y claro, de Roger Corman. Entre su particular adaptación de La Caída de la Casa Usher y La Última Mujer de la Tierra, y con diferencia de meses entre las tres, se sacó de la manga esta historia sin parangón, en la que ya aplicaba dosis de humor autoparodia. The Little Shop of Horrors es un delirio escrito de una sentada junto a Charles B. Griffith, con un presupuesto de unos 30.000$ y un tiempo total de producción desde el casting al montaje de poco más de un mes.
En la historia, una floristería a punto de la quiebra en un barrio marginal de L.A. encuentra por casualidad una extraña planta venida del espacio exterior, que resultará a posteriori parte de un plan de invasión alienígena. La planta (carnívora), forma también parte fundamental en el triángulo amoroso entre los dos trabajadores de la tienda y el sádico dentista, novio de ella. Seymour Krelboyne el empleado, se debate entre el éxito rápido y sus valores morales.
La versión de Corman destaca por la fantástica interpretación de Jack Nicholson como Wilbur Force (el dentista), en uno de sus primeros papeles, sacando ya a relucir algunos de los gestos que se convertirían en su marca personal.
En los años ochenta la peli se reestrena coloreada, y de forma paralela se produce una versión musical en Brodway, con un tono de comedia, pero también impagable. Las geniales canciones que han llegado hasta nuestros días entre los fans de la sci-fi, fueron escritas por Alan Menken y Howard Ashman. Tras cinco años en escena, se rodó una versión cinematográfica, dirigida por Frank Oz (Yoda, Cristal Oscuro…) y con Rick Moranis (Cazafantasmas, Spaceballs, Cariño he Encogido a los Niños…) encajando como un guante en el papel de Seymour.

Nos enteramos tarde del estreno de la adaptación a cargo de La Escuela de Artes Escénicas del Palacio de Festivales de Santander, pero no podíamos dejarla pasar coincidiendo en nuestro pueblo con la festividad de Halloween, fecha adecuada donde las haya para ver Thrash Culture en un autocine. O teatro musical de bajo presupuesto en el TMCE, también nos vale.
Por los pelos pillamos sitio en los palcos, es lo que tiene el teatro de cercanía, que entre amigos, conocidos y abonados al ciclo, cuando quieres reaccionar ya no quedan. De cualquier manera, aunque un poco lejos y esquinados, lo disfrutamos un montón.
La propuesta de la EAE destaca por su buen uso de los recursos, tiene una escenografía muy sencilla pero muy efectiva, y todo el buen regusto que deja la pasión del teatro no profesional. Aunque los actores están en formación, algunos de ellos ya destacan por tener muy buenas dotes interpretativas y como cantantes… La elección de La Pequeña Tienda de los Horrores, hace además que las pequeñas imperfecciones brillen en su contexto, el propio Corman decía que las pelis nunca salen del todo como uno quiere, y eso es maravilloso.
Me da pena avisaros, de que al parecer esta es la última representación de este musical por esta compañía, creo que no llego a tiempo para recomendaros no perdérosla. Ojalá se lo piensen y hagan más.

Las fotos buenas estaban en la web Santander Creativa.
