

Llegados al ecuador del festival ya tenía las dinámicas cogidas: más o menos dónde comer y qué hacer por la mañana; tema buses ya dominado dónde me convenía bajarme para volver a la noche; alguna comprilla de cosas que no había considerado necesarias traer, etc. Así que ya este día sí que lo cuadré todo para llegar a los acústicos de la Plaza Mayor.



Tocaban Hadadanza, formación de folk que se pueden definir como rock folk, pero que yo encajaría más en pop rock folk (y paro de añadir etiquetas). Pese a que no fuesen mi estilo específicamente predilecto, sí que es un grupo que lo hace muy bien y transmite mucho sobre el escenario. Pese al intenso calor y la escasa sombra que ofrecían los edificios de la plaza, la gente estaba entregada y había muy buena comunión con los músicos. Cuentan con dos cantantes, una chica y un chico, que además metía algún whistle de vez en cuando. Pero la melodía principal y el toque folki lo metía la flautista principal, que si a mí casi se me estaba pegando la montura de las gafas a la cara del sol, no quiero pensar cómo sería tener todo el rato los labios contra la embocadura de metal. No os puedo contar mucho más porque aguanté pocas canciones bajo el sol. Manda huevos que en esta segunda ocasión habiendo llegado a la hora, fuese también a perderme música en vivo, pero hay que anteponer la salud y yo también quería seguir vivo para lo que quedaba de festival.

Pocas horas después y repuesto de ese mal momento por las temperaturas me dirigí al recinto, aunque el calor no daba tregua alguna. Abrían la jornada los también folkis (aunque más tirando al metal) Elvenking, procedentes de Italia. Es un grupo que sigo desde hace mucho y tienen una nutrida trayectoria en cuanto a buenos discos. Así que me dio bastante rabia no llegar a tiempo y escuchar el “Pagan revolution” mientras pasaba el control de seguridad y me acercaba al escenario, porque es de mis temas favoritos.

Les noté poco activos sobre el escenario, como muy estáticos, como nunca les había visto no sé si es su tónica habitual. El único que se movía de un lado a otro era el cantante que la verdad es que lo borda. Tienen a parte de la sección de instrumentos metaleros un violinista que toca uno de estos violines eléctricos con forma de V, lo cual le da el tono perfecto a su música. Sonaron temas consagrados como “Silverseal” o “The divided heart”, y los más nuevos me dieron la impresión al verlos en directo que llevan un peso mayor y algo más de oscuridad, por decirlo de algún modo, en el sonido. Tendré que darles más vueltas a estos discos recientes y ver si con el nuevo disco se mantiene la tendencia. Se despidieron con una frase que cierto colaborador de esta casa pondría bastante entre comillas: “Stay metal, stay pagan”.



El siguiente concierto lo vi desde la cola de firmas para Feuerschwanz, así que no me cosqué demasiado. Se trataban de los franceses Novelists, un grupo muy joven de Groove/progresivo en el que los guitarristas son unos virtuosos y además meten muchas texturas con su instrumento que daban a los temas un toque muy interesante. La cantante lo hacía también de lujo y además hablaba muy bien castellano para dirigirse al público. Preguntó lo típico de quiénes es la primera vez que nos veis, y la mayoría de la gente levantó la mano, así que no sé si habrán girado mucho por nuestro país, pero si lo hacen, habrá que tenerles en cuenta para verles bien.

Quería ver a Rauhbein, que tocaba en esos momentos en el New Rock, así que en cuanto conseguí las firmas me fui hacia allí. Llegué cuando ya llevaban veinte minutos de concierto y según me iba acercando crecía en mí la sorpresa. Algo había escuchado ya de este grupo alemán liderado por Henry Rauhbein (no sé si debería entonces dejar de calificarlo como grupo, pero tenían muy buena cohesión todos sobre el escenario eso sí), de corta trayectoria pero ya con cuatro trabajos editados. Me había gustado lo que había oído, pero lo había interpretado en onda más folk suave, y lo que estaba oyendo salir de aquel escenario era mucho más hacia el celtic punk. Además el bueno de Henry, con su imponente figura sobre el micro y a la guitarra nos tenía a todos embelesados y había un ambiente muy animado en el New Rock, aunque no demasiada gente. Precisamente sobre eso bromeó Rauhbein entre canciones diciendo que debíamos haber pensado “mierda, ya están estos aquí”, pero que la fiesta estaba siendo curiosa. Y se llevó el gratificante regalo del público coreando el estribillo de la última canción hasta después de que acabasen y ya estaban despidiéndose (un simple lalala, pero a veces son los mensajes más llanos los que más hondo llegan).




Cogí posición encaramado a la barrera para ver a los irlandeses Cruachan, estos, pese a ser definitivamente un grupo, también tengo dudas de cómo definirlos porque el alma del grupo es claramente Keith Fay a voz y guitarra… pero el caso es que se ha sabido rodear de buenos músicos para continuar con el longevo proyecto. En esta ocasión contaba con un joven batería, un bajista, una violinista y una simpática cantante que salía solo algunas canciones. Empezó el bolo un poco tarde porque debían tener algún problema al montar (el que dirigía el cotarro y daba las ordenes ahí era el propio Keith) así que por lo menos nos debimos perder un tema de lo que trajesen preparado.

Sí que sonaron temazos clásicos como “Some say the devil is dead”; su más reciente éxito (top 8 en su país) “The crow”; y para cerrar el celebrado “Ride on”, en el que ambas voces cobran un protagonismo excepcional, y que termina con un cambio de ritmo ideal para cerrar dejando muy buenas sensaciones. Aunque se hagan muchas coñas respecto a este grupo y cierto artículo de la repostería francesa (redactor incluido), suenan que te espatarras y deberían tener un mejor hueco en el panorama y en la historia del género… pero eso ya depende más de cuan acertadas sean las decisiones que tomen ellos.



Otro de mis imprescindibles del festival eran los finlandeses powermetaleros Battle Beast, pero como estaba tan enmimismado con el “Ride on” de Cruachan, llegué al Azucena Stage con el show empezado y sonando el “Eye of the storm” de su último trabajo de estudio del 2022. A este grupo les descubrí en el mismo festival en el que había visto a Wasp, hace diez años, así que era muy emocionante comprobar su crecimiento dado que desde aquella fecha me hice fan. Solo han sufrido un cambio de formación desde entonces, pero importantísimo al menos para el género: a la guitarra estaba Anton Kabanen, que se fue para fundar Beast in Black y fue sustituido por Joona Björkroth. La frontwoman sigue siendo la carismática Noora Louhimo, que en esta ocasión se presentó con un vestido negro elaboradísimo que parecía Cruella de Vil o alguna versión moderna de la madrastra de Cenicienta. Cantó de lujo, incluso hubo un momento durante “Eden” en el que ella misma de la emoción no pudo seguir, pero claro, la claqueta seguía avanzando y lo salvó muy dignamente ofreciéndonos un momento único y de gran profesionalidad por su parte. El resto de integrantes como un reloj y muy buena presencia sobre el escenario también, han evolucionado bastante estos diez años. Van a sacar disco en octubre y nos ofrecieron un adelanto con “Steelbound”. En general me gustó mucho y solo me quedo con las ganas de que me hubiesen firmado también ellos… pero había una cola tremenda.

Íbamos de plato fuerte a plato fuerte, aquello parecía un festín digno del Valhalla. Y es que llegaba el turno de los eurovisivos (al menos es lo que han intentado este año) Feuerschwanz desde Alemania. Es un grupo que empezó con buen pie dentro del Mittelalter y siempre con gran ambición de crecer. Su sonido ha evolucionado desde un rock folki bastante divertido hacia un metal muy épico y eso lo han catalizado con bastantes colaboraciones en tiempos recientes, como el tema “Lords of fire” en colaboración con Lord of the lost (aunque esta noche no sonó, así que sigamos).

Como su propio nombre indica, hubo mucho fuego implicado (feuer) y por detrás de los músicos asomaba un dragón gigante, precisamente el que será portada de su próximo disco que sale el día 22, como intentó explicarnos Ben Metzner (sí, también es el frontman de esta banda). Tocaron un adelanto de este nuevo disco y la pieza que le da nombre, “Knightclub”, además de un sinfín de otros temazos como “Bezerkermode”, “Das elfte Gebot” o “Highlander”. La gente estaba entregadísima, no sé si es que eran muy fans de la banda o que se acordaban de cuando vinieron hace dos años, o si estaban todos escogorciados… o una sutil mezcla de todo. El caso es que abriéndose pits por doquier y a cada poco, yo por lo menos no pude disfrutar del concierto como habría querido… de lo que viene siendo la música más que del ejercicio y el contacto físico.


Así que en cuanto acabaron salí a orearme un poco y a cenar de paso. Tampoco quería perderme Within Temptation, así que me quedé por la zona con mi vaso de salchipapas con más papas que salchicha. Eso me permitió percatarme de que el escenario estaba coronado por el astro Arturo, que brillaba por encima de los focos del concierto… no sé si se podrá encontrar algún nexo con la música de este grupo, pero me parece un detalle bonito y ya no tenía la cabeza para mucho análisis musical. Sí os puedo decir que en líneas generales me gustó bastante. Hubo un momento emotivo y reivindicativo cuando la cantante pidió que le pasasen una bandera de Ukrania desde el público para dedicar a la paz su archiconocido tema “Stand my ground”, mencionando que sacaron un documental el año pasado sobre el tema. También me gustó el tema “Supernova”, más reciente en su discografía. Ella canta muy muy bien y el resto de músicos también dieron mucho la talla.

Yo he de confesar que no estuve a la altura de redactor de crónicas y me fui hacia el autobús sin que hubiese acabado el concierto, así que mis somnolientos mateítos serán 8.
Mateo