

Allá por el año 2000, cuando Dickinson volvió a Maiden, vi a un padre con su hijo, ahí en la grada, cuernos en alto, ambos luciendo la camiseta de la banda. Recuerdo haber pensado aquel día lo curioso que es esto de las bandas que recorren generaciones y sirven como punto de encuentro, como lugar en común, porque ya forman parte de una cultura que se transmite de generación en generación.
Ese recuerdo me vino a la cabeza cuando, el seis de enero, descubrimos —para nuestra sorpresa— que los Reyes Magos nos habían dejado un par de invitaciones para ir a ver a Judas. Y me volvió con fuerza ayer, porque justo a nuestro lado se sentó un señor con un par de años más que Halford, que me estuvo dando charleta entre conciertos y se los había visto a todos, claro.
Tres sillas seguidas, tres generaciones: Judas Priest.

El impacto generacional siempre tiene algo que ver en la música, y eso debe tener mucho peso en que Firepower sea el favorito de Omar, que se quedó, a la postre, un poco chof al ver que no incluían temas de ese disco en el set. A mí también me dio algo de pena, porque ha sonado tanto en casa que también se ha colado en mi top.
Aunque, claro, celebraban los 35 años de Painkiller, y centraron el repertorio en ese álbum que todos los de mi edad tenemos tatuado, porque partió el Heavy Metal en dos con su publicación en 1990.


Aunque el concierto estaba programado en un principio para el lunes 23, fue trasladado al 30 por motivos logísticos no especificados. También se anunció que la banda acompañante iban a ser Phil Campbell and the Bastard Sons, lo que fue una alegría para todos los fans de Motörhead, por la oportunidad de ver a este par de leyendas compartiendo escenario.
No es extraño que compartan, porque son viejos compañeros de aventuras; de hecho, Halford puso voz a uno de los temas del debut en solitario de Campbell, en el que también participaban Mick Mars, Alice Cooper, Dee Snider y un largo y variopinto etcétera que incluye miembros desde Korn hasta Ugly Kid Joe.
Para quien no tenga ubicado a Phil Campbell, basta con decir que se unió a Motörhead en No Remorse (1984) y se mantuvo como fiel escudero de Lemmy hasta su muerte en 2015. Por azares de la vida, nunca llegué a ver a Motör, y ya sé que esto no cuenta como sacarse una espina, pero mira… algo es algo.
La banda se completa con los tres hijos de Phil (los Bastard Sons) y Joel Peters a las voces desde 2021. (En un principio, el vocalista era Neil Starr, de los innovadores pero no suficientemente reconocidos y valorados Attack! Attack!). De cualquier forma, el Joel este es una bestia parda y tiene lo que hay que tener para hacer girar la rueda del rock and roll.
El set tiene continuos guiños al “tipo de barba que vive en el piso de arriba” (sic), y claro, haciendo sonar un Going to Brazil o el mismísimo Ace of Spades, aquello se viene abajo sí o sí.

Con el tiempo justo para ir a llenar la botella de agua al baño y dejarnos cincuenta eurazos en una camiseta oficial —aquí se paga el recuerdo de un día que no debe olvidarse jamás, por la ocasión que era—, volvemos al asiento con la intro ya sonando.
Nos van a ofrecer un set especial, de esos que te permiten ver canciones no tan habituales en directo, pero que inevitablemente, a cambio, dejan algunas de las imprescindibles en la saca.
Me recorre un temblor. Jiménez dice que no ha venido porque no quiere estropear lo vivido en la última gira. Me pregunto si tendrá razón.










Andy Sneap y Richie Faulkner nos han permitido disfrutar de una última juventud de Judas. La última vez nos despedimos de Tipton con lágrimas en los ojos, sabiendo que era la última.
Ian Hill permanece como único miembro original; Scott Travis, a la batería desde el Painkiller; y Halford, ya sabéis… Aunque no fue el primer cantante de Judas, sí que ha participado en todos los álbumes, exceptuando el hiato con Ripper, durante el cual estuvo dedicado a Fight, al álbum con John 5 bajo el nombre de 2wo y al magnífico disco en solitario Resurrection, que efectivamente lo trajo de vuelta al heavy metal clásico.

Intentar hacer como que no han pasado los años sería de locos, amigo Jiménez. Claro que, evidentemente, la voz de Halford va desgastándose. Tiene el reto de enfrentarse a canciones que compuso en sus mejores años, con unas cualidades fuera de lo normal, llevándola hasta los extremos que requería el género. No se guardó nada.
De todo aquello, queda aún una gran voz, y queda mucha experiencia y sabiduría para llevar a cabo un concierto en el que, exceptuando algún resbalón puntual, estuvo soberbio. Esto es: al máximo de lo que puede dar, sin meterse en jardines de los que no saldría airoso, y apoyado por algunos ecos que saturaban los finales…
A quien da todo lo que tiene, no se le puede pedir más. Halford sigue siendo un vocalista impresionante.


Claro, pero por encima de eso está la sensación de estar delante de una leyenda. De saber que ya no nos queda mucho tiempo para disfrutarles sobre un escenario.
Uno de los momentos más emocionantes fue cuando, en Giants in the Sky, se proyectaron los rostros de tantos grandes que se han ido perdiendo por el camino. Todos sabemos que, en algunos años, Judas pertenecerán a esa categoría, y nos pondrá un nudo en la garganta saber que formamos parte de esa historia.

«Gracias por esta vida de heavy metal», dijo Halford: «Imagínate que tenía tres años cuando salió Rock Around the Clock, once cuando The Beatles publicaron su primer disco, dieciocho a la altura de Led Zeppelin, veintidós en su primer show al frente de Judas. Imagínate mirar hacia atrás en 2025 y ver todo eso en retrospectiva. Saber, además, que pudiste vivir la vida a tu manera y ser un ejemplo ante la intolerancia, hablando en alto sobre tu condición sexual cuando todavía era tabú ser gay en el metal.»
Gracias, Rob, contestamos nosotros, por hacer mejor la vida de tantos de nosotros.





