“Coup d’État” (Capitol Records, 1983) es el tercer LP que publicaron los  Plasmatics. Se trata de un trabajo pionero en el crossover entre punk y  metal, que de una u otra manera ha inspirado a artistas como los Cro-Mags, L7, Hole, GWAR o Darkthrone. Posiblemente se trata de la gran obra de la banda. Pero Plasmatics son un ejemplo de manual de lo que se entiende por grupo maldito. Así que este álbum rara vez  aparece mencionado en los repasos al rock de los ochenta. E incluso, cuando se reivindica a las figuras femeninas que han hecho historia en la música, a  menudo se esquiva el nombre de su frontwoman, la bestia parda que era  Wendy O. Williams. 
 
La carrera de la banda fue demasiado salvaje para los estándares de  calidad y buen gusto que rigen hoy la industria de la cultura y el ocio.  De hecho, Plasmatics se convirtieron en archienemigos de la decencia  estadounidense. Su nombre era sinónimo de violencia, peligro y  obscenidad. 
 
La irrupción del grupo en el mundo de la música fue una de las más  cafres que se recuerdan. Vale, pero también fue una de las más  divertidas. ¡Si hasta O. Williams dio apellido a uno de los enemigos finales del Super Mario Bros. 3! Ante todo, su intención era lanzar una  critica al conservadurismo de la sociedad norteamericana, el machismo,  el consumismo capitalista y la manipulación de los medios de comunicación. Y no encontraron otra vía para lograrlo que la destrucción  total. Williams, curtida como actriz shows de striptease y performances  de arte conceptual, convertía cada concierto en una ceremonia del caos.  Siguiendo la mejor tradición del shock rock, semidesnuda sobre el  escenario, simulaba con bizarría actos sexuales y esgrimía motosierras o martillos pilones con los que destruían televisores, automóviles,  instrumentos musicales o cualquier cosa que terminara lanzando fuego y  chispas.
 
Y algo así quedó registrado en el videoclip de “The Damned”, el corte  que cierra “Coup d’État” (que es sobre lo que yo había venido a hablar  hoy). Wendy, con cresta de mohicano, coderas de clavos y un bikini hecho  harapos, conduce un autobús cargado de explosivos hacia una pared de  televisores. Salta en marcha justo a tiempo para librarse del momento en  el que todo vuela por los aires. El vídeo se grabó en solo dos tomas y  sin extras. A suerte o a muerte. Y Wendy ya salió de la primera con el  tobillo lesionado.
El álbum se grabó en Colonia bajo la dirección técnica de Dieter Dierks,  que venía de cosechar el éxito con sus producciones para Scorpions.  Gracias a él, el ritmo pesado de la batería, los riffs poderosos y solos  afilados suenan como puras demostraciones de poderío, directo y sin  sutilezas. Pero es la voz lo que marca la diferencia: como una posesa,  Williams se desgañita a base de lanzar guturales y gruñidos de una  brutalidad pocas veces escuchados en una voz femenina. De hecho, se  cuenta que al final de cada jornada tenía que visitar el hospital pues  sus cuerdas vocales quedaban al límite. En fin: con este disco, el punk  acelerado con que se dieron a conocer en la escena de CBGB neoyorkino en  1977 mutó en un heavy metal que les permitió alcanzar cotas inesperadas  de macarreo y cerderío.
 
Casi la mitad de los cortes de “Coup d’État” son singles de cajón:  además de la mentada “The Damned”, trallazos como “Put Your Love in Me”,  “Stop” o “Mistress of Taboo” pegan bien duro desde la primera escucha;  además, claro está, de la versión de “No Class” que ya había aparecido  en el single que Plasmatics compartieron con Motörhead en 1982. Aunque a  lo largo del álbum también asoman arranques melódicos como en  “Rock’n’roll” o el estribillo de “Path of Glory”, e incluso falsas  baladas como “Lighting Break” o “Country Fair”, que no hacen sino dar  aliento para que estos himnos de guerra contra el sistema consigan  invocar el Apocalipsis aún con mayor furia. 
 
La idea inicial era que el disco saliera a la venta con un fuerte apoyo  de su discográfica. Sin embargo, nada más publicarse, Capitol Records  rompió su contrato con Plasmatics: los escándalos mediáticos y el acoso  por parte de jueces, autoridades y policía ponían difícil cualquier  intento de hacer negocio con el grupo. Quién sabe, quizás “Coup d’État”  iba camino de convertirse en un gran clásico de su época, pero se vio  relegado a mero disco de culto. Después de esto, Kiss apadrinaron al  conjunto durante una temporada: se les llevaron de teloneros y Gene  Simons se encargó de producir el primer disco en solitario de WoW. En  cualquier caso, la carrera de Plasmatics continuó a trancas y barrancas  hasta que en 1988 se disolvieron definitivamente.
 
Entonces, Wendy O. Williams se retiró a una granja en Connecticut donde  trabajó apartada del mundo hasta que, sumida en una depresión, se  suicidó en 1998. La necrológica pasó desapercibida entre las noticias de  aquel día. 
David Boring
