

Reseñar un festi, aunque no sea de tamaño gigantesco, es una tarea titánica. Hace mucho, mucho, tiempo, allá por el año 2002 después de cubrir un Lorca Rock para la página, me di cuenta de que hay un equilibrio muy difícil entre pasarlo bien, vivir los conciertos, y hacer la labor de divulgación que tanto nos aporta. Ese día, al colgar la acreditación, decidí que mi lugar estaba con mis amigos, y grité ¡Juro que nunca volveré a acreditarme! Me sentí liberado por fin, de tener que contarlo todo, de tener que estar donde toca, aunque ya no puedas más.


Al final, llevarte tu camarita compacta, tirar un par de fotos desde donde estés situado y contar lo vivido desde tu realidad es también ganar en independencia. Un festi como el Z! es inabarcable, y está lleno de decisiones difíciles: Ver una banda más, guardar energías para la que más te gusta, quedarte a tomar otra caña y otra ración de morcilla con patatas, dormir una hora más, acercarte a los acústicos de la mañana… tener un medio, aunque sea pequeño, aunque no sea profesional ni pretenda serlo, te obliga a intentar dar lo más de ti, y no dejar de lado, precisamente a la banda más pequeña… Hasta donde el cuerpo y las circunstancias nos han ido dejando os vamos a contar día a día lo que hemos vivido a pie de pista; pero este es sólo el inicio. Hay un tema en el foro para que puedas ampliar nuestra experiencia con la tuya, y como siempre te invitamos a hacerlo. Por ejemplo, este año, y a pesar de que algunos nos apetecían mucho, decidimos prescindir de los acústicos de la mañana. A lo mejor tú si estuviste y te apetece contárnoslo.
La primera en los morros. Salimos todo lo pronto que nuestras obligaciones nos permitieron, comimos un bocadillo en marcha, con toda la intención de llegar al menos a ver a Vola. Había investigado un poquito a After Lapse, y me había parecido muy interesante su rollo, pero sabía de antemano que de ninguna de las maneras conseguiríamos llegar tan pronto. Tras hacer el Check In en nuestro alojamiento (a unos veinte min del Ifeza), aparcamos y entramos en la campa mientras escuchábamos los últimos acordes de los daneses. Mierda. Les había visto en 2019 con Haken y Bent Knee y me habían dejado con la sensación de estar a punto de romper. Como si les faltase un pelín de presión en las guitarras para ser decididamente más metal y acabar de definir su estilo. Su evolución en los discos de estos años nos ha gustado mucho, y se han convertido en una banda muy a tener en cuenta. Pero nada, nos quedamos con el gusanillo, y con las referencias de un montón de amigos que si les vieron, no les tenían ubicados y fliparon con ellos. Otra vez será.

Ya ubicados en la campa empezaba la jornada más dura del festi para nosotros. Teníamos por delante seis conciertos marcados con fluorescente amarillo; eso son casi nueve horas consecutivas, sin sentarnos ni un sólo momento, sin despegarnos del escenario nada más que para ir a mear.
De Kissin’ Dynamite iba muy advertido, así que mis expectativas eran bastante altas. A lo mejor por eso no me volaron la cabeza, como a varios de mis amigos. O a lo mejor es por que ellos son mucho más fans del rock melódico que yo. Aun así, son un grupo muy solvente, y sobre todo tienen unos cuantos temazos de los que escuchas una vez y no olvidas nunca (prueba con Livin’ in the Fast Lane), con lo que el concierto fue muy divertido y tuvo muy buena dinámica. A veces un festi también vale para picotear un poco y enterarte de la vaina. A ver si me les cruzo en sala algún día y os cuento con más profundidad.


En los últimos años hemos hablado mucho de los contras de los festis, pero es cierto que también tienen unos cuantos pros. En los últimos cuatro años de Z! he tachado de mi lista de pendientes a un buen puñado de grupos… y estaba a punto de llegarle el turno a Nile, a los que venimos siguiendo con intensidad desde hace más de dos décadas. Zach Jeter y el propio Karl Sanders a las guitarras junto a Dan Vadim Vom al bajo se repartieron las voces guturales. He visto algún vídeo por ahí últimamente con Brian Kingsland en esta labor, pero francamente no se qué es lo habitual.
De cualquier manera, nos pasaron por encima con su tormenta de arena. Mi amigo Antonio de la Mirada Negra, me consiguió una foto del setlist, así que tu mismx te puedes hacer a la idea. Cierto es que la dificultad del sonido de directo hace que no sea todo tan nítido como en los discos, pero técnicamente es de espatarrar. Menuda barbaridad. Eso sí, estoy con Jiménez en que por mucho que les pegue el calor del desierto, si se hubiese programado de noche hubiésemos ganado en misticismo.





Cada vez estoy más convencido de que más de la mitad de un concierto está en tu cabeza. Yo soy yo y mis circustancias, y con Exodus, ya sabéis, porque lo he contado en la radio mil veces. Les conozco (de nombre) desde siempre. Me les he puesto bien poco, y tenía siempre la sensación de que serían unos Metallica de segunda división. Pero, hace unos años, con todo el rollo del retrothrash, me animé a hacer la tarea pendiente y me quedé flipado. Nunca es tarde para descubrir algo que todo el mundo sabía: Exodus estaban primero, Exodus prácticamente no han parado de dar el callo en cuatro décadas y Exodus no se pueden permitir hacer el vago, porque cuando no lideras la tabla tienes que demostrar lo que vales cada día.
Dicho lo cual, os cuento que he visto a esta banda otras dos veces, en 2010 junto a Behemoth, Decapitated y Ex Deo, algo antes de todo este proceso de profundización en su música y en 2022 con Heathen y Testament en pleno Hype del ENORME Persona non Grata. El primero de los dos conciertos no me dijo mucho, con el segundo flipé, de hecho, ese día me gustaron más que Testament.
Después del Z! he llegado a la conclusión de que a pesar de que mi conexión con la banda ha crecido de forma exponencial, el principal motivo es que soy definitivamente Team Zetro, y esto (insisto) es totalmente subjetivo. Rob Dukes es un potente vocalista, y resolvió con muchísima solvencia, pero la voz y la cara de puto loco de Zetro me transmite mucha más violencia. Mi resumen en una frase está condicionado por todo esto; absoluto respeto y veneración por esta peña, pero me dejaron más frío que hace tres años. A ver si sacan disco pronto y me hacen cambiar de opinión.




Sin apenas respiro comenzó Meshuggah, y aquí, pese a que venía advertido no tenía forma de estar preparado para la que se avecinaba. No han sido nunca una de mis bandas de referencia, se me hacen un poco bola con tanta densidad, pero eso no quita para que reconozca que son estratosféricamente buenos y por supuesto son uno de los grupos más influyentes de las últimas tres décadas (por poner sólo un ejemplo, en su local de ensayo Opeth le llaman “el trozo Meshuggah” al final de Deliverance).
Vale. Pues se acabaron las palabras y los razonamientos, porque a partir del primer fogonazo y el primer bofetón sonoro entras en trance y no hay quien despegue la pupila del escenario. Paulatinamente se hizo de noche, y eso hizo que todo fuese aun más envolvente. Desde la altura de la mesa de sonido un cine 3D gigante de luces perfectamente sincronizadas que acompañaban cada intrincado ritmo sin ninguna fisura. Veinte pasos más adelante estabas dentro de un mundo tan agobiante que tenías que volver a retroceder para acordarte de que “sólo” era un concierto.
Mejor sonido del festival. Mejor espectáculo musical en años. Muy arriba en el top de conciertos que he visto en mi vida. Ojo, probablemente sigo sin ser un fan de la banda, pero una hostia de este calibre no se cura pronto.



Y aun con las piernas temblando y la sensación de “yo ya lo he visto todo, a mi me da exactamente igual cualquier otra cosa que pase” empiezan Dream Theater. A recomponerse y cambiar de registro…
Lo voy a contar en pocas palabras y sin extenderme mucho: Gira 40 Aniversario y regreso de Portnoy ya son suficientes motivos como para que el concierto sea un evento memorable. El set, de hecho, fue bastante generoso en ese sentido, ofreciendo una visión histórica completa. Musicalmente, uno por uno, son una barbaridad, y juntos han creado temas que forman parte de nuestra vida. Visualmente, jugaron con proyecciones en la pantalla y con un curioso soporte de teclado para Jordan Rudes que permitía ver sus manos en algunas ocasiones, y mostraba en una pantalla led las notas que iba tocando, aunque claro, viniendo de lo de Meshuggah, cualquier esfuerzo a este respecto sabe a poco. Luego está lo de Labrie.
Hacía 25 años que no veía a Dream Theater, en parte porque lo de aquel día, en la gira de Scenes from a Memory fue tan impactante que no quería sobreescribir ese recuerdo. Ya por entonces se decía que la voz era la pieza más floja del mueble, pero como se suele apostillar, es el instrumento más expuesto, el que uno lleva consigo a todas partes, y el que en un mal día te puede jugar una mala pasada por mucho que lo cuides, por muy buenas cualidades que tengas y por mucho que estudies y practiques.
Los vocalistas míticos tienen la condena de tener que mirarse eternamente en un espejo que devuelve la imagen de su mejor juventud. Labrie defendió con mucho pundonor el material nuevo, y el resultado fue muy digno, pero quiera o no quiera tiene que cantar un imposible Pull Me Under o un Strange Déjà Vu que nos hizo sufrir con él por sus intentos de colocar cada nota en su sitio.
A pesar de todo, salimos del concierto con una sonrisa por haber podido escuchar una vez más tantas miticadas y por tener la formación completa de vuelta “one last time”. Lo que no tengo tan claro es cuanto más puede dar de sí Dream Theater en directo. Al menos si siguen tocando material antiguo.






Rotting Christ fueron uno de los nombres que más alegría nos dio cuando se confirmó para el Z! Llevamos tiempo muy enganchados con ellos (a pesar de que en la radio les cambie el nombre a ellos y a Christian Death en alguna ocasión), y teníamos muchas ganas de ver cómo funcionaba su ritual en vivo.
El sonido de estos últimos años se puede poner fácilmente en paralelo al de SepticFlesh, y veníamos comentando que tal vez, al ser la de Rotting Christ un propuesta algo menos ambiciosa en orquestaciones su directo iba a sonar más natural y menos plagado de secuencias (Septic quieren una orquesta, pero no tienen pasta para llevarla a todos lados). Así fue, nos envolvieron desde el inicio en un manto místico de oscuridad. Es probable que no funcione con todo el mundo, pero a mi me ponen muy primitivo, como si estuviesen golpeando rítmicamente con huesos en calaveras humanas.
Son cuarenta años sobre el escenario, los cinco primeros con otro nombre. Toda esa herencia blackmetalera reconvertida hace que, además de coherentes suenen variados, con un contraste muy efectivo entre temas de una y otra otra época. La sensación que se impuso fue la que transmiten sus últimos cuatro discos. Es cierto que la estética y sonoridad de la iglesia ortodoxa ha estallado con Batushka, pero esa semilla oscurecida estaba aquí primero. Sakis Tolis levanta un brazo y todo el mundo a callar.






Y hasta aquí llegamos, en serio. Y mira que me jode por Vita Imana, con los que tengo una cuenta pendiente desde hace años… pero es que siempre me coinciden cerrando los festis cuando el cuerpo ya no me responde. Una jornada completa de curro, un viaje de tres horas, nueve horas de concierto… me acerqué a una gastroneta a comprar algo de cena, creo, y con las mismas nos fuimos a dormir escasas seis horas, (algo menos, porque mi compañero roncaba mucho) hasta el desayuno del siguiente día.
Enseguida os lo cuento…
Para poder completar nuestra reseña, y dar al menos un poco de visibilidad a las bandas que no hemos podido ver hemos buscado en Youtube e incluimos material de otros canales:
Vídeo After Lapse – Fernando Aparicio
Vídeo Vola – Likes de un Metaleiro
Vídeo Vita Imana – Lukatroll