

Después del reventón del día anterior, y con las fuerzas ya muy justas, encaramos el tercer día con la actitud de medir mucho en qué bandas íbamos a darlo todo y en cuáles íbamos a tomárnoslo con mucha calma. En los acústicos estaban Jolly Joker y Ankhara. A los segundos les íbamos a ver por la tarde en formato eléctrico; a Jolly me dio un poco de pena no llegar, pero lo cierto es que a esas horas todavía estábamos en la ducha…
Poco a poco tiramos para el Bar El Lobo, del que somos incondicionales, y tras una sesión de raciones aquí y allá, acabamos aprendiendo que un café largo lleva más cafeína que uno doble. Falta nos hacía.

El plan era estirarlo todo lo posible; de hecho, habíamos pactado que, si se nos alargaba, no íbamos a salir corriendo antes de las siete… Pero —no sé si os pasa— llega un punto en el que no tienes en qué dar, y cuanto más planificas ir de tranqui, más pronto llegas y más tarde te vas. ¡El sábado lo vimos todo!

Cuando entramos a la campa, ya estaban sobre el escenario Opensight, que nos pillaron por sorpresa. Aunque luego, revisando en casa, me he dado cuenta de que hace un par de años nos llegó una promo de su último álbum, Mondo Fiction, y que ya nos había llamado la atención por su universo conceptual relacionado con películas de miedo. Aunque les vimos un poco en la distancia, me ganaron con su versión del tema central de los Gremlins.

Ankhara forman parte de aquella generación Locomotive que volvió a poner en la palestra el heavy español. Contemporáneos de Avalanch, Mägo de Oz o Saratoga, apretaron el sonido con una vertiente powermetalera bastante novedosa en nuestro país. Parece mentira que hayan pasado más de 25 años de todo aquello, aunque hay que recordar que estuvieron inactivos cerca de diez, desde su disolución en 2004.




Pacho, Cecilio, Marín y compañía venían de doblete tras el acústico de la mañana, pero no pareció importarle ni a ellos ni a su grupo de seguidores, que se las cantaron todas. A nosotros, tengo que reconocer, nos pilló aún desperezándonos, y les vimos desde una prudencial distancia, disfrutando de la charla y la cerveza.


Con Dynazty me había insistido mucho Mateo, que trae la misión divina de volver a encauzarnos en la sagrada senda del power. Les conozco de refilón… pero joer, ¡nos levantaron de la silla! Dieron un concierto muy enérgico, con muy buen sonido, bastante moderno para el estilo. Muy bien ejecutado y con estribillazos que se quedan a la primera. El único “pero” es que alargaron bastante innecesariamente Heartless Madness para buscar la interacción del público, e incluyeron un solo de batería que no pintaba mucho en un set tan corto. Creo que lo más acertado en esas situaciones es ir a resolver, soltando una según acaba la otra.




Y de seguido, ya Rhapsody. Si Meshuggah se llevaron el premio objetivo al mejor concierto del Z!, Rhapsody (of Fire) tuvieron el honor de recibir el mucho más subjetivo —pero no menos importante— galardón al momento del fin de semana en el que mejor me lo pasé. Y es que, como dijo mi amiga Raquel, me devolvieron de un mandoble a los años 2000, y esa época fue muy bonita, aunque en aquel momento probablemente no éramos del todo conscientes.
Tengo en la cola de los clásicos los dos primeros álbumes de esta peña, y ahí me desquitaré del todo, pero por ponerlo en corto: aquello fue como salir galopando de la tristeza del grunge a lomos de un caballo blanco y portando una armadura dorada. For the King, for the Land y for the Mountain. ¡Es que me lo ponen todo épico!
Creo que la sensación general fue de mucha alegría. Pese a la desbandada de Turilli y Fabio Lione, Staropoli ha conseguido mantener la llama encendida, reclutando a un cantante asombroso como Giacomo Voli y regrabando sus primeros éxitos para mantener el control sobre su legado. Aunque los temas nuevos sonaron espectaculares, el cielo se vino abajo con el Gloria, gloria perpetua de Dawn of Victory y, aunque no es mi tema favorito, fue muy emocionante volver a escuchar la voz (grabada, claro) de Christopher Lee en The Magic of the Wizard’s Dream.




Gotthard fue el primero del día que cogí con verdaderas ganas. No he sido nunca seguidor de esta gente, pero llevo unos meses con la sensación de que hay mucho tesoro en su discografía que aún no he desenterrado, especialmente después de las insistentes recomendaciones de un par de amigos que no dejan de señalarme temazos que no conocía.
Tras la muerte de Steve Lee en un trágico accidente mientras cruzaba EE. UU. en moto, la tarea de encontrar un sustituto no debió ser sencilla, pero Nic Maeder lleva al frente desde el Firebirth de 2012 y, por lo que pudimos ver, no pudieron escoger mejor. Qué derroche de clase y qué forma de cantar bonito, como si no costase. De hecho, la sensación completa del concierto fue por ahí: una panda de músicos de vuelta de todo, en su medio natural, entregando un set sin ninguna fisura, sin un solo músculo en tensión.
Las versiones del Hush de Joe South (que a lo mejor más gente conoce por Purple o Kula Shaker) y The Mighty Quinn de Dylan fueron dos buenos toques de atención para los que todavía no estaban atrapados, y a la altura de Anytime, Anywhere creo que ya sumaban el público más numeroso de esa franja horaria.
Un concierto de esos de los que entras a ver qué pasa… y sales siendo fan. Y sé que no fui el único.
Voy a ser totalmente sincero con respecto a Lita Ford. A mí me pilló tarde. Para cuando llegué al mundo musical, en 1991, ella estaba editando Dangerous Curves, su último éxito de tamaño relativo, pero el grueso de su carrera pasó en la primera mitad de los ochenta. Así, aunque para mis ancestros heavies Lita era un icono, mi imagen mental es un póster descolorido de la Heavy Rock colgado en un taller. Nunca la investigué, más allá del mítico “Mejor Vocalista Femenina del Rockferéndum”, que siempre compartía con Doro.
Me arrimé por respeto y con curiosidad, pero no me enganchó, y desde la caseta de comida zamorana nos pareció que abusaba de alargar temas e incluir solos…

Buscando contraste, le pedí a mi amigo Jimi Frïlls su opinión de fan enfervorizado. Os le paso:
De todo el cartel del Z! de este año, diría que a quien más ilusión me hacía ver era a Lita Ford, ya que la británica era la única que me faltaba por ver de la santísima trinidad de diosas del metal de los 80 (Doro–Vixen–Lita).
Aunque por un problema técnico no se pudo escuchar su voz durante el principio del tema con el que abrió —el clásico Gotta Let Go—, cuando por fin pudimos oírla cantar comprobamos que sigue manteniendo su voz casi igual de poderosa que en los 80. A eso hay que sumarle su energía y buena actitud en el escenario, y es que cuesta creer que esté a punto de cumplir los 67.
Fueron cayendo clásicos de sus primeros discos como Playing with Fire o Back to the Cave. A mitad del show se tomó un momento de descanso aprovechando el solo de batería del tremendo Bobby Rock, y ya enfilando la recta final del concierto llegó el recuerdo a las Runaways con Cherry Bomb.
Para el último bloque de la actuación se colgó la guitarra de doble mástil e interpretó ella sola, sin el resto de la banda, una curiosa versión del Black Leather de los Sex Pistols. Para acabar, Close My Eyes Forever, que hizo que, por lo menos un servidor, se emocionase —ya que es una de mis baladas favoritas de todos los tiempos—; y finalmente llegó su hit más conocido, Kiss Me Deadly.
Con estos dos temazos se marcó un final apoteósico de un gran concierto, del que, sobre todo, me quedo con su voz y su actitud. Me quedé con buen sabor de boca, y ojalá poder volver a verla pronto.





Después de cenar se acabaron las discusiones, oye. Todo el mundo a ver a Sepultura. Vale, los Sepultura de Andreas Kisser, que sí, que vale, no entró en la banda hasta el segundo disco, pero lleva tirando del carro junto a Paulo Jr. desde entonces, pese a la salida de Max en el 97 y de su hermano Igor en 2006. Y es que, joder, Derrick Green lleva ya casi tres décadas al frente. En ese tiempo, Sepultura han facturado nueve discos de estudio, así que creo que es justo decir que se han ganado el derecho a ser considerados Sepultura, al menos en la misma medida en la que se puede llamar Accept a Accept. Eso sí, como te digo una cosa te digo la otra: en todo este tiempo no han conseguido colar ni un solo tema en el subconsciente colectivo al nivel de las canciones de la primera época. En mi opinión, es más culpa de la falta de receptividad de la gente que suya, porque entre el nuevo material hay algunas muy buenas.
Con todo esto sobre la mesa, la actitud general fue de dejarse llevar y disfrutar… al final te tiran un “Dead Embryonic Cells”, un “Refuse / Resist” o un “Ratamahatta” y se acaban los peros. Especialmente fue el momento “Kaiowas” con batucada improvisada… Hubiese estado guapo que hubiesen llamado a los baterías de otras bandas a acompañarles ahí. ¿Te imaginas a Portnoy y Haake dando el contrapunto a Sepultura desde los bongós?


El rollo de proyecciones fue sencillo pero efectivo, con los grandes logos de Sepultura y animaciones relativas a cada uno de los temas. Así que, todo bien envuelto, con un factor importante de nostalgia sobrevolando el ambiente y con la banda muy competente y entregada, aquello fue una fiesta. Comparando esta vez con la última que les vi, en 2002 en el Bike, creo que lo que más ha cambiado somos nosotros, porque empezamos a valorar que a muchas de las bandas que nos gustan no les queda tanto sobre los escenarios, y aunque por fortuna llegan otras también muy buenas, algo de nuestros años de juventud se marcha con ellos. Así que hay que celebrarlo, y ya.
Sin tiempo para mucho respiro se abrieron las puertas de un infierno azul y frío, sobre todo en comparación con el que vivimos en 2006 en el Metalway, cuando temimos que Caligula tuviese un desmayo por presentarse en armadura de cuero con ese puto calor. Desde entonces hasta ahora, sólo el fundador Lord Ahriman y Chaq Mol se mantienen en la banda; las voces corren a cargo de Heljarmadr desde hace una década.
Tuvimos la suerte de que el black metal no sea el estilo más popular en el Z!, y de que la hora del show justo después de Sepultura no atrajese a muchos curiosos, así que pudimos verlo cogidos a la valla. Por otro lado, tuve la mala suerte de quedarme sin batería en la cámara justo en ese momento, pero mira, así estuve completamente centrado en la música y sin ninguna distracción.


Las puertas del averno se abrieron con el intranquilizador “God is not here today”, de la precuela de El Exorcista. A ambos lados del escenario, sendos gigantescos Nosferatus, haciendo referencia precisamente a esa canción pero también muy relacionados con otras de sus canciones como “Shadows Over Transilvania”, un terreno, el vampírico que han explorado en varias ocasiones.
Pese a que no soy muy partidario del black metal en recintos tan grandes, hay que reconocer que Dark Funeral han traspasado la barrera del underground, y la producción que traen es digna de un escenario de festival.
“Let the Devil In”, “Where the Shadows Forever Reign”… La gelidez de los gestos y del sonido nos tuvo hipnotizados, y cuando al fin ondearon la bandera negra, nos parecía estar despertando de un sueño.


Y lo cierto es que fue un despertar brusco, como si te tiran un cubo de agua por la cabeza a las cinco de la mañana. Ver a Nanowar of Steel no estaba entre mis planes… Estaba convencido de que veríamos un par de ellas de refilón mientras dejábamos la cashless lo más cerca posible de cero y me compraba una camiseta… Pero resulta que un par de mis amigos son fans de esta peña, y la cosa se fue alargando. Y de repente, paulatinamente, me fui dando cuenta de dos cosas: la primera, que son muy payasos, pero tienen mucha gracia. Es una parodia, pero muy bien tirada, de gente que son fans del metal y saben lo que están parodiando. La segunda, que tocan que te cagas… y, joder, al cabo de un rato me lo estaba pasando muy bien, incluso a mi pesar, y riéndome como hacía tiempo que no me reía.

Sin querer destripar el show… En tiempos de canciones hechas por IA, tener a unos humanos componiendo justo en dirección contraria, con comandos informáticos en el estribillo de un temazo, o el descojono de “Valhallaleluja” con el cantante montando una mesa de Ikea in situ mientras suenan nombres de muebles de esa factoría de muebles… o poner a todo el mundo a gritar el nombre de Burzum para que les baneen en Facebook justo antes de sonar “Norwegian Reggaeton”, me parecen genialidades impagables. Ojo, que con la tontería, el vídeo de la barbacoa tiene quince millones de vistas en YouTube.
Al día siguiente, ya descansados y sin la presión de tener otra jornada maratoniana por delante, empezamos a ser conscientes de lo vivido. Otro año inolvidable, lleno de anécdotas, con conciertazos, con bandas que a lo mejor no te molan tanto pero lo hacen guay, con comida de calidad, con espacio para moverte sin ahogarte… y con retretes de loza, ¡joder! Acaban de salir los abonos para la edición de 2026, y me parece que vamos a ir comprando.
Vídeos de Opensight, Ankhara y Dark Funeral por Fernando Aparicio
Fotos Sepultura Logo Verde y Nanowar of Steel: Javi Prieto
Vídeo Nanowar of Steel: Koral
Texto Litta Ford: Jimmi Crimson