

Por motivos de agenda no puede asistir ni al primer día del Zurbarán ni a las primeras bandas, y eso que, personalmente, me parecía más interesante el cartel del viernes que el del sábado. Aun así intenté disfrutar lo que pude de lo que vi.
A estas alturas se ha hablado ya mucho sobre el éxito del fenómeno Zurbarán: un festival gratuito que empezó siendo modesto, por el que con el paso del tiempo han ido pasando estrellas internacionales, y que ya en su octava edición es un festi de dos días que, además, por cartel, es una alternativa seria a los festivales gordos que cobran entrada.


Tras muchos años intentando ir, este año he conseguido ir, aunque sea sólo un día. Y la experiencia no ha podido ser más positiva: Una ciudad agradable, un clima que acompañó, y, sobre todo, una muy buena organización del festival.
Llegué a tiempo para ver empezar a Evil Invaders. Los belgas practican un speed metal de vieja escuela, con una estética true metal muy cuidada. No dan tregua, dan cera de principio a fin, hablan lo justo con el público y ofrecen lo que se espera de una banda de sus características: Velocidad, caña, y actitud. El tema más coreado fue “Die for me”, de su último disco, Shattering Reflection.


Los siguientes que vi fueron los suecos Crazy Lixx, a los cuales vi hace un par de años en el Lion Rock Fest, y recuerdo que me gustaron bastante. Practican un hard rock muy clásico, muy acorde con su estética ochentera. El directo es divertido y entretenido, con cambios de vestuario, tops que no tapan el ombligo, micrófonos-puñal y caretas de Jason Voorhies. Saben alternar los momentos más cañeros con los más emotivos, y se metieron al público en el bolsillo de principio a fin. Me da rabia no poder decir nada más de ellos, pero no tenía hechos los “deberes” antes de venir a verlos.


Finalmente, me preparé para ver el plato gordo de la noche, los fineses Stratovarius. Una banda que en su día eran habituales de casi todos los festivales, motivo por el cual tuve la ocasión de ver muchas veces. Aun así, hace ya muchos años de la última vez que los vi en directo.
De entrada, se me hace raro no ver a Timo Tolkki a la guitarra. Con su marcha no queda ningún miembro en la banda de los que grabaron el primer disco, lo cual no deja de parecerme curioso. De los que yo conocí, sólo quedan Timo Kotipelto y Jens Johansson.
Abrieron con “Speed of Light”. Una declaración de intenciones de velocidad, precisión y temas clásicos, que era lo que nos iba a deparar el concierto. Compruebo que Kotipelto, a pesar de los años que han pasado, sigue con la voz en plena forma. Buena noticia. Continuaron con “Eagleheart”, y entre medias tocaron alguna del último disco. Volvieron los clásicos con la coreada “The Kiss of Judas”, seguida de temazos como “Holy Light”, “Paradise” o “Eternity”. Llegó el momento álgido de la noche con “Black Diamond”, en la que se podía oír a todo el público entregado. Metieron algún tema nuevo más y terminaron el bloque principal con “Destiny”, un tema que, aunque me gusta, se me hace largo en directo.


Para el bis eligieron el momento emotivo de la noche con “Forever”, siguieron otro tema de la época reciente, “Nemesis”, y para acabar eligieron “Hunting High and Low”, con la que se terminaron de meter al público en el bolsillo.
Me gustó la elección de temas, incluso los temas de los discos más recientes, que tengo menos escuchados. Eché de menos alguno que otro, como “Will The Sun Rise” o “Forever Free”, pero entiendo que el tiempo es limitado, los temas son muy largos, y es imposible tener a todo el mundo contento. Volver a verlos tras tantos años y ver que siguen sonando prácticamente igual es una buena noticia, como volver a encontrarse con un viejo amigo al que hace muchos años que no ves, y compruebas que sigue siendo el mismo de siempre.
Texto: Jimy Crmson
Fotografías: Maya C. Cañestro